En casa les encantan los helados. Tenemos desde hace algunos años una heladera y hacía tiempo que no la utilizaba. Decidí sacarla de la despensa y ponerla en marcha. Lo primero que hay que hacer es congelar la base 24 horas (y claro, lavarla después de no usarla tanto tiempo). Después, montarla correctamente. No es difícil pero yo, tan lista, lo hice mal. La consecuencia fue que el aspa no llegaba hasta la base y el helado no quedó tan homogéneo como debiera. Con todo, estaba muy rico. Mi marido dijo: "Sabe como el de la Ibense". Bueno, es que era de natillas caseras y eso siempre se nota, digo yo. Antes de nada os voy a contar como hice esa crema o natillas, que es la receta base de la heladera y no tiene ninguna dificultad. Otro día haré otro sabor y leeré las instrucciones de montaje.
Ingredientes:
Medio litro de leche entera
Dos huevos
100 grs de azúcar
8 grs de maizena
Una tira de piel de limón y media vaina de vainilla cortada a lo largo
Empezamos con la crema. Por un lado mezclamos el azúcar y la maizena bien, en un recipiente no muy pequeño. Por otro infusionamos en la leche el limón y la vainilla. Ya sabéis que con un cuchillo sacamos los granulitos de vainilla. Hace muy bonito que se vean en el helado.
Mezclamos los huevos con los polvos de azúcar y maizena. Bien mezclados. Ningún problema.
Y seguidamente, añadimos a esta mezcla parte de la leche a punto de ebullición. Removemos bien.
Lo siguiente es volver todo a la cazuela de la leche. Pasando por un colador y sin dejar de remover. La foto es poco vistosa pero veis que el colador tiene sentido. Nos ahorramos esos grumos de huevo y maizena. Llevamos a ebullición. Tiene que hervir un momentito. Como todas las cremas de este tipo (salvo la inglesa).
Después lo pasamos a un recipiente y removemos mientras se va enfriando para que no haga "nata". Lo llevamos a la nevera pues debe ir a la heladera totalmente frío. Ya está lista la crema base que, como veis, no es complicada.
Y aquí la heladera, mal montada por mí, las aspas a media altura y el fondo del helado se quedó "helado". Ese fue el fallo pero el sabor, según todos, riquísimo. Es la gran diferencia de un helado industrial y otro casero: la delicadeza del sabor, sus matices de limón y vainilla. Y siempre a nuestro gusto, claro. Podríamos haber puesto un palo de canela o anís estrellado... Lo que nos guste.
Aquí veis el resultado. Al natural es menos amarillo, esto fue la luz. Estos moldecitos los venden, no recuerdo donde, y son muy graciosos. Es sólo una idea porque a mucha gente le gusta más a cucharadas. Con un trozo de brownie casero humeante... Se me hace la boca agua. Pues aquí os dejo mi helado de vainilla un poco a lo loco pero delicioso. Simplemente las natillas estaban para chuparse los dedos. Respecto a si vale la pena tener o no tener heladera... Pues va a depender de hasta que punto os guste el helado y de si tenéis sitio en la despensa. Hay que pensarlo. Buenos días a todos.
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