Translate

viernes, 22 de noviembre de 2019

Albóndigas para niños (sin leche)



   ¿Pensabais que no iba a volver? Yo a veces también lo pienso. Pasan los días sin publicar y se me olvida que tengo que sentarme a escribir. Es verdad que ando bastante ocupada con cosas dispares pero no es excusa. Lo cierto es que es sentarme al ordenador lo que me cuesta, no el hecho de escribir en sí. Pues he vuelto con una receta que hacía a mis niños cuando era difícil hacerles comer hortalizas. Hace varios meses me decía mi hija que en este blog no había ninguna receta de albóndigas -también conocidas por almóndigas-. Bueno, pues hoy os traigo una algo imperfecta pero que gustó mucho en casa. Albóndigas con cebolla y zanahoria, y sin leche, porque a veces hay algún invitado que no puede tomar leche. ¡Cachis!

   Vamos a poner los ingredientes básicos aproximados y después me explico:

Medio kilo de carne
Un huevo
Una rebanada de pan mojada en leche 

   Os he dicho arriba que no he puesto leche, porque no podía, pero he puesto:
Una zanahoria pequeña
Una cebollita
Sal y pimienta
Una pizca de tomillo
Una cucharada de vino de cocina
Harina para rebozar


   En un cuenco he puesto la carne picada, en este caso mezcla de ternera y cerdo que es lo más corriente. En la picadora picamos -valga la redundancia- la cebollita y la zanahoria con una rebanada de pan (no hay leche). Los he puesto sobre la carne junto al huevo, la sal y la pimienta, la pizca de tomillo (opcional y muy rico) y la cucharada de vino (ya que no hay leche). 

   Trabajamos un poco la mezcla con las manos, no queda otra. Es la mejor manera que que se mezclen bien los ingredientes. Después vamos formando las albóndigas con las manos mojadas en agua para impedir que se nos peguen. Las pasamos por harina y hay un truco que es poner la harina en una taza y darle vueltas a la bolita de carne dentro de la taza. Lo he probado y te pringas menos de harina. Esto es una cosa que podéis probar a ver si os gusta más. A mí me gusta que sean chiquititas. En eso soy como los Borrowers, albóndigas, croquetas, torrijas,... todo me gusta pequeñito.


   Las vamos dorando en una sartén con aceite de oliva y las reservamos en la misma tartera que vamos a utilizar para guisarlas. Bueno, yo lo hago así. El aceite que nos queda lo utilizamos para la salsa. Si es mucho aceite, retiramos parte que podemos colar y guardar para otro uso. Doramos una cebolla y añadimos un bote de tomate triturado, esto si las hacemos con tomate. Dejamos hervir como si estuviéramos haciendo una salsa de tomate, a nuestro gusto, y, a continuación, bañamos las albóndigas con esa salsa y las dejamos hervir a fuego suave un ratito, 10-12 minutos, moviendo la tartera de vez en cuando pero sin revolverlas pues se pueden romper. 

   También se puede hacer una salsa rubia con vino blanco. Así también me encantan. Las de salsa de tomate quizás me gustan más para tomar con pasta. Como en La Dama y el Vagabundo. Es un plato muy romántico. 

   Ya veis que son unas albóndigas muy normales, ningún niño va a preguntar si llevan hortalizas, y salen muy ricas. En cuanto a la leche, os aconsejo usarla si no tenéis inconveniente porque aporta ternura a las carne. Yo, en este caso, no podía pero nadie se quejó. 

   Si las tomáis con pasta, simplemente, elegís la que os guste y la cocéis justo antes de comer. Las albóndigas sí pueden hacerse con antelación y calentarlas. Con patatas o con arroz en blanco también están muy ricas y son un plato muy completo.



   Creo que no me queda mucho por decir de este plato. Suelen gustar a los niños y en casa cunden poco porque toman un montón. Les encantan. Es bueno comprar la carne recién picada, si se puede, en una carnicería de confianza. Hay un truco un poco chapuzas, si nos queda la carne demasiado tierna, la mezcla en crudo, claro: incorporamos una cucharada de pan rallado y removemos bien. 

   Yo he llegado a hacer albóndigas hasta con salsa de nata y queso azul, un plato que era una bomba, bastante rico, que me pidió alguna vez mi hijo. En esto hay que tener una mentalidad bastante abierta. 

   Me queda comentaros que tengo una página en Instagram donde subo platos de manera más rápida e informal pero sin pararme a contar la receta, salvo que me la pida algún lector. Es más divertido e inmediato, lo cual le da al tema de la cocina una mayor frescura. En el blog me sería imposible seguir ese ritmo. Cada vez hay más formas de comunicación y a veces nos sentimos saturados. Yo la primera. Si os apetece, os podéis pasar. Tiene el mismo nombre.

   Nada más de momento. Las albóndigas, pues salen muy ricas. Si no tenemos que hacer para un ciento de gente, tampoco dan tanto trabajo. Aquí quedan las albóndigas y yo me despido por unos días. En Ferrol está cayendo el diluvio... ¡Paciencia! Bicos a todos.

lunes, 4 de noviembre de 2019

Croquetas de morcilla serrana



   A la vuelta de nuestro viaje a Cádiz paramos en Santa Olalla del Cala, que está en la provincia de Huelva. Sí, en la Ruta de la Plata. Yo creía que Olalla era Eulalia en gallego, ya sabéis, Santa Eulalia de Mérida... Pues en huelva también hay Santa Olalla. Bueno, mi marido compró allí algunos embutidos: morcilla serrana, morcilla patatera y chorizo blanco. Los tres deliciosos, como os podéis imaginar. A mí la morcilla serrana me encantó. Esos embutidos los utilicé para diversos platos que después os comentaré. Con la morcilla se me ocurrió hacer croquetas. Ya sabéis que soy una apasionada de ellas. Así pues, me puse a hacerlas un día que tuve un poco más de tiempo. 


   En primer lugar hice una béchamel banca y muy tierna con una cebollita pochada, 50 grs de harina y medio litro de leche. Esto os lo he contado mil veces: pocho la cebolla en aceite de oliva, añado la harina, le doy unas vueltas y, a continuación, pongo la leche a poquitos sin dejar de remover fuera del fuego. Vuelta al fuego y dejamos hervir suavemente unos 20 minutos. Así en blanco, salamos y ya está rica. 


   Lo que hice fue añadir al final un puñado de morcilla en daditos. Sin exagerar de cantidad porque es bastante sabrosa. Veis en la foto que era poca cosa. Dejamos hervir unos minutos y apagamos. 


   Como veis, ese pequeño hervor de la morcilla ha dado color a la béchamel. También le ha dado un delicioso sabor. Tiene que gustar la morcilla, claro. 


   Una vez fría la béchamel, liamos las croquetas, que decía Carmen, con huevo batido y pan rallado. Dos cucharas y mucho cariño. Estas estaban demasiado tiernas.



   Por esta razón, la ternura, se abrieron un poco al freírlas. Tengo que ser menos tierna con este tema pero me gusta tanto que estén delicadas... 


   Ya en el plato, acompañadas de unas patatas y de cardo guisado con tomate. Es otra receta que os tengo que contar porque nos gustó mucho y yo no suelo hacer cardo. 


   Os enseñó también un par de fotos de otros usos que, a lo largo de estos días, dimos a estos productos onubenses. En la foto de arriba, detalle de un cocidito muy rico. En la siguiente, unas lentejas con su arroz en blanco que caen casi cada semana... Me resultan fáciles y encantadoras. 


   Pues aquí queda esto. Nos gusta probar cosas nuevas en los viajes y, a ser posible, traer algunas de las nuevas viandas que encontramos. Esto en concreto me pareció muy rico y se podía tomar cocido, frito o curado... Vamos, las tres bes. En cuanto a las croquetas, pues nos gustaron muchísimo. Os animo a hacerlas si sois de estas cosas, si no, pues de jamoncito o de pollo, que también son muy ricas. Os dejo por unos días pero no me olvidéis que tengo más cosas que contar. Bicos.