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jueves, 24 de octubre de 2019

Dulce de membrillo


   Los que me leéis con cierta frecuencia, quizás recordéis que durante mi viaje a Cádiz paré en el Bierzo y pedí permiso para coger membrillos. Fue una cosa curiosa. Le dije a mi marido: "Pregunta si nos dejan coger tres membrillos". ¿Por qué tres?, más que nada por no parecer abusona. Una vez que nos dieron permiso muy amablemente, desde aquí les doy las gracias, escogí tres preciosos membrillos, bien grandes, que podéis ver en la foto de abajo acompañando a la mermelada de tomate. Están saliendo las cosas muy ricas últimamente... 



   Tenía que ponerme a hacerlo antes de que se estropeasen y un domingo por la tarde puse manos a la obra. Lo primero, pesé los membrillos. Pesaban algo más de 1.600 gramos. Mirad si eran grandes que todos pasaban del medio kilo. Los lavé bien lavados porque tienen una especie de pelusa y yo quería usar las mondas. Entonces... me puse a pelarlos cortándolos primero en cuartos y reservando los corazones. Os digo que esto fue lo más dificultoso porque estaban duros de carays. Bien, los pelé y los cubrí con 800 gramos de azúcar y el zumo de medio limón. No quería que se oscureciesen y no podía ponerlos a cocer todavía, ¿la razón?, quería aprovechar pieles y corazones. Esto fue un poco rollo.



   Si os fijáis un poco en la foto de arriba, que no es muy allá, veréis que hay un hervidor y la tartera con los membrillos. En el hervidor puse las pieles y los corazones con dos vasos de agua y los dejé hervir unos 20 minutos. A continuación puse el líquido resultante, pasándolo por un colador, sobre los membrillos y el azúcar junto con un trozo de limón a cocer. Estaban tan duros que yo dudé que se fueran a hacer. En unos 25 minutos estaban ya cocidos y tiernos. Nunca hay que perder la fe. 


   Con la punta de un cuchillo verifiqué que estaban tiernos, saqué el trozo de limón y batí bien con una batidora de brazo. Lo dejé hervir en la tartera 15-20 minutos más, removiendo cada poco con una cuchara de palo. Os voy a decir que no estaba tan espeso como yo pensé que debía estar: Ya sabéis, se abre un camino en medio de la pasta y tarda en cerrarse como el mar Rojo cuando pasaron los israelitas. Pues no estaba tanto... Pero como había puesto el agua de la cocción de las pieles, con la que se hace la jalea de membrillo, decidí confiar en mi suerte y no lo herví más. La jalea ya sabéis que es una delicia pero yo no estaba esa tarde para jaleos ni jaleas. Sin hervir más, pasé el dulce a una fuente y lo dejé enfriar. Cuando estuvo frío, lo mandamos a la nevera. 


   Yo le dije a mi marido que si no cuajaba nos lo tomábamos a cucharadas porque rico estaba riquísimo. No hubo tal. Al día siguiente lo sacamos del molde y quedó, como véis en la primera foto de la entrada mono monísimo. Con un colorido ideal, una textura estupenda y un punto de dulce no muy exagerado por llevar la mitad de peso de azúcar. ¿Fue suerte? Es posible. Esta semana hice un dulce de manzana con mucha más azúcar y también quedó precioso aunque no era para mí. Pero me he quedado con ganas de hacerlo para casa...

   ...Porque nuestro dulce de membrillo se fue terminando a poquitos y cada día íbamos tomándolo con un pedacín de queso, de postre, hasta que se acabó dejándonos su ausencia la mar de tristes. Ya veis debajo la ración de queso y membrillo que precioso color tenía. El sabor no os lo puedo trasmitir. Lo dicho, creo que voy a hacer dulce de manzana para ir pasando estos días otoñales que son, con el cambio de hora, de cierta oscuridad. Os animo a hacerlo, no porque sea fácil, ya que da algo de trabajo, sino por el placer de tomarlo. 


   Tengo más cosas que contaros pues he hecho unas croquetas nuevas con un embutido que compré en Huelva a la vuelta del viaje. Además, sigo trabajando los arroces de tipo zamorano con pimentón y alguna cosa más hay por ahí... ¡unos cardos en salsa que nos encantaron! Es así, llega el frío y nos metemos en la cocina ¡a engordar! Os iré contando poco a poco. Hoy tenemos un día triste y lluvioso pero mañana creo que volverá a brillar el sol. El blog va bastante bien y yo... pues parece que me van costando estas entradas un poco largas de contar, escribir y repasar. Espero no haberme confundido en nada pues el membrillo ya hace varias semanas que lo hice y mi memoria de elefante se me está rebelando... No se quiere acordar de tantas menudencias. Nos vemos pronto por aquí. Gracias otra vez por leerme desde donde quiera que estéis. Bicos.

viernes, 11 de octubre de 2019

Mermelada de tomate


   Después de tomar en Cádiz la mermelada de espárragos trigueros, me dije a mí misma que tenía que atreverme con la de tomates. Eso por lo menos... ¿Cuál era mi miedo?, bueno, miedo ninguno, pero la había tomado comprada y no me había parecido de echar cohetes. Qué soy así yo... Entonces, en el supermercado compré tres tomates pera. Mirad qué poco arriesgué. Pesaban 350 gramos. ¿Qué hice? Vamos con los ingredientes:

350 grs de tomates
175 grs de azúcar blanco
Una tira de piel de limón
Una pizca de canela en polvo 
(Más nada)


   Lo primero que vamos a hacer es pelar los tomates y quitarles el corazón. Yo los pelé con el pelador pero podéis pasarlos por agua hirviendo cortándoles antes una cruz en la piel... Ya sabéis. La verdad, a mí el pelador me parece más rápido y limpio. Estos tomates pelados los cortamos en trozos más o menos grandes al gusto. Es verdad que si son trocitos chicos se reparte mejor en las tostadas. Fue la queja de mi hijo porque, como veis en la foto superior, yo no los corté mucho. 

   Sigo porque me lío. Los ponemos cortados y pelados en una tartera cubiertos con la mitad de su peso de azúcar, la piel de limón y una pizca de canela. ¿Por qué la canela?, bueno, quería aromatizar un poco sin exagerar. No se notaba mucho sabor a canela pero estaba elegante y fina. Llevamos a ebullición y vemos que el tomate suelta agua a lo loco. Así pues, tiene que hervir un buen rato. Veis arriba que uno de los tomates no estaba excesivamente maduro, pues no pasa nada, igual estaba rica la mermelada, ¿o no se comen los tomates verdes fritos? En este caso, la mermelada estaba bien cocinada. Como os decía, tienen que hervir lo suficiente para que se evapore el agua del tomate y coja cuerpo, también para que la pulpa de la fruta esté bien cocida y brillante, satinada.


   En este caso hirvió unos 45 minutos a fuego entre medio y bajo. A según la cocina. Se nota cuando está hecha por el brillo de la fruta y el espesor. De todas maneras, tened en cuenta que al enfriarse siempre espesa un poco más. ¿Rica? Rica riquísima. Me sorprendió, nos sorprendió a todos, porque no recordábamos tan buena la comprada. Por ejemplo, con queso está divina. No tengo foto de ningún pincho de los que hicimos pero os digo uno que me gustó en particular: Pan, queso gorgonzola, mermelada de tomate casera y una anchoa. ¡Qué cosa tan rica!


   Esto, de verdad que os animo a hacerlo. Si queréis, yo no lo hice, podéis escoger unos tomates más carnosos o quitar las pepitas. Con todo y con que estos tomates eran barateiros, que decimos en Galicia, la mermelada quedó buenísima y la mar de bonita. Creo que no voy a hacerle más publicidad. La semana que viene intentaré subir el dulce de membrillo que hice con los membrillos del Bierzo, que están de compañeros de la mermelada en una foto. Eran impresionantes de grandes y el dulce quedo divino. Se ve que no tengo abuelas... os deseo a todos un precioso fin de semana y un bonito día del Pilar. Ya sabéis que yo soy casi medio maña.


viernes, 4 de octubre de 2019

Plasencia, Cádiz y tres membrillos del Bierzo


   Mucho tiempo sin escribir, lo sé, pero es que, entre otras muchas cosas, he estado de viaje. He ido a Cádiz, ni más ni menos, a través de la Vía de la Plata. Ha sido un viaje familiar muy bonito y caluroso. Os voy a contar un poco porque ha sido muy interesante. 

   Aparte de que paramos en Zamora para comer, nuestro siguiente destino era Plasencia. Me hacía mucha ilusión conocer esta ciudad porque, como les iba contando en el coche, había leído la novela El alma de la ciudad, de Sánchez Adalid, y me había gustado mucho. Su fundación en tiempos de Alfonso VIII, en plena Reconquista, la descripción de su belleza, por algo se llama Plasencia, y la trama de la novela que tiene que ver con el Sagrado Mantel de Coria,... No os cuento más por si os entran ganas leerla pero era una visita que me apetecía. Pues bueno, me encontré con una ciudad preciosa. La Plaza Mayor es animadísima, con mezcla de estilos, desde el ayuntamiento con su torre del reloj hasta edificaciones más modernas y pintorescas. En la ciudad hay numerosos palacios y preciosas iglesias. No pudimos ver mucho. Una de las cosas curiosas es "las Catedrales", así en plural, porque son dos edificios en uno. Sobre la catedral del siglo XIII, se comienza otra en el siglo XVI. Se puede visitar pero no dejan hacer fotos en el interior. Las dos partes son preciosas y muy interesantes. Vale la pena la visita. En la foto superior, podéis verme a mí a la salida de las catedrales haciendo una foto del entorno (es primera vez que salgo en el blog).



   La Casa de las Dos Torres es de las más antiguas de la ciudad. Está muy retocada y actualmente sólo queda una de las torres. Perteneció a la familia Monroy, que conocemos bien los que hemos leído la obra de Sánchez Adalid. Luis María Monroy es el protagonista de la trilogía que comienza con El Cautivo. Si os gusta la novela histórica, os aconsejo su lectura. 



   Seguimos paseando por el casco antiguo hasta el Parador. Es el más bonito que he visto nunca. Un antiguo convento del siglo XV. Imaginaos mi sorpresa al entrar en la preciosa sala capitular y ver al autor extremeño del que os he hablado dando una charla. Fue un momento increíble. Qué casualidad tan asombrosa y emocionante. 

   En la Plaza Mayor tomamos en El Español unos pinchos deliciosos con unas cañas. Me llamaron la atención los callos -sin garbanzos- y unos higaditos riquísimos. Todo suculento y espectacular. Allí a donde voy, me gusta probar las especialidades.



   la siguiente etapa de nuestro viaje era Cádiz. Empezamos nuestra visita en la Plaza de San Antonio. Es un buen sitio para dejar el coche y empezar a callejear. Nos dirigimos a la Casa Manteca. Allí tomamos un aperitivo. Una de las cosas fue queso con mermelada de trigueros. Os digo que estaba delicioso y había un ambiente bárbaro. Después seguimos hasta El Faro. Comimos en la barra diferentes cosas: Tortillitas de camarones, patatas aliñadas y unos molletes rellenos de ortiguillas con mantequilla que quitaban el "sentío". Qué cosa tan delicada. Eso sí, estaba como San Lúcar en verano: "quítate tú pa ponerme yo". Mi marido dice que podría vivir en la barra del Faro.


   Seguimos nuestro paseo hasta la Caleta. Hacía un día tan divino... Esta luz de Cádiz, mi Cai, es maravillosa. Viniendo del norte es resplandeciente. También fuimos a la Catedral Nueva. No pudimos verla por dentro porque teníamos poco tiempo... Otra vez será. Total, Cádiz y Ferrol están muy cerca.



   De los más bonito de Cádiz son sus callejuelas, con sus patios, sus galerías, sus balcones. Corría una brisa fresca y se caminaba a gusto. Ya se sabe: "Cai se bebe el sol que hay en la brisa marinera..."


   Y en la Plaza de Mina vimos unos hibiscos en flor tan impresionantes que no pude evitar fotografiarlos. Son todo fotos de móvil pero os hacéis una idea.



   Para culminar nuestro paseo fuimos a la Alameda de Apodaca. Es un entorno tan bonito junto al mar que no se puede dejar de ir. Impresionante el tamaño de los ficus centenarios procedentes de Australia. Inolvidables las farolas. La alameda es un increíble mirador sobre la bahía. 



   
   Es un resumen bastante imperfecto de nuestro viaje relámpago que tenía motivos familiares que no vienen al caso, pero os dejo aquí nuestro recorrido por estas dos bonitas ciudades españolas. Es curioso porque cruzamos el Duero en Zamora, el Tajo, El Guadiana a la altura de Mérida y el Guadalquivir en Sevilla. Incluso el Guadalete, de tan triste recuerdo.Vimos miles de encinas en Extremadura y campos de algodón en Sevilla. Yo me fijo bastante en el paisaje cuando voy en coche, los ríos, las sierras, los castillos. Es apasionante porque entiendes mejor la historia cuando paseas por la geografía. Por otra parte el viaje de vuelta fue tan caluroso, alrededor de 30º casi todo el tiempo, que resultó algo agobiante. ¿Queda algo por contar? Seguro que sí pero no lo recuerdo ahora. En el Bierzo pedimos permiso para coger unos membrillos pues estaban los árboles cargados de fruto. Cosas de las blogueras cuando viajan...


   Pues aquí queda esta entrada algo laboriosa. Tengo pendiente hacer el dulce de membrillo y la semana que viene os contaré una mermelada de tomate que hice que me quedó exquisita. Sí, está mal que lo diga pero todos estuvimos de acuerdo. Me despido por ahora. Gracias por leerme a todos. Bicos.