Me quedan varias cosas por contar de mi maravilloso fin de verano. Hoy os voy a hablar de la excursión a Sanabria y me temo que dejaré para otro día otras visitas que hicimos para no saturaros. Yo misma encuentro difícil contarlo todo. Esta excursión de principios de septiembre tuvo lugar un sábado. Mucho me había hablado mi anfitrión de la belleza de la villa pero me sorprendió desde el principio. Al llegar te encuentras con una pequeña ciudad amurallada, con su castillo y sus iglesias antiguas. Ya esta primera vista me dejó boquiabierta.
Una vez dentro del recinto, te sorprenden estas callejuelas de hermosas casas de piedra adornadas con abundantes flores. Es una zona de Zamora muy cercana a Galicia, la esquinita. Los tejados, como en el Bierzo, son de pizarra. No me digáis que no es precioso.
Es verdad que puede resultar un poco turístico, como sucede a todos estos pueblos tan bonitos, hay tiendas de recuerdos,... pero es precioso como están adornadas las fachadas de las casas que son de cantería y con grandes aleros.
En lo alto del pueblo están la Iglesia de Santa María del Azogue y la Ermita de San Cayetano. Tuvimos la suerte de poder visitar las dos. Como casi todas las iglesias, hay una mezcla de estilos pero son preciosas. Arriba está también el castillo, que fue de los Condes de Benavente. Está restaurado y se puede visitar. Tiene una torre central, el macho, y también se puede subir al paseo de ronda y a las torres. En la foto siguiente podéis ver el río Tera y la parte del pueblo que está "allende", como decían en Miranda de Ebro.
Mi anfitrión quiso llevarme a comer rico y nos recomendaron el Mesón Abelardo. Allí comimos de maravilla en el Balcón del Tera. Era un día precioso, con una temperatura estupenda. No podéis imaginaros lo bien que estuvo.
El pulpo a la sanabresa queríamos probarlo sí o sí. Es algo parecido al nuestro pero lleva ajo crudo picado por encima. Estaba en su punto de sabor y ternura. Espectacular.
Yo quería probar los callos, dudábamos... Y entonces nos dijeron que llevaban patatas fritas. Eso nos dio tanta curiosidad que nos decidimos. Qué cosa más rica. Tiernísimos, de esas cosas que te quedas feliz. Si sois de callos... Hay que tomarlos. Yo sí soy.
Y, ¿cómo no?, teníamos que catar la ternera sanabresa. Un chuletón de morirte. Lo compartimos todo y lamentamos no tener estómago para probar las famosas albóndigas o los habones de Sanabria. No importa, así tenemos excusa para volver. Os digo que la comida fue perfecta, redonda. Hay que ir.
Nos quedaba conocer el Lago de Sanabria, que está a unos veinte minutos en coche. Yo siempre he querido ir al lago Tahoe,... Pues esto ha sido un poco así. Es mucho más grande de lo que yo había imaginado, de aguas azules, rodeado de montañas y con pececillos que se acercan a la orilla cuando te metes en sus aguas cristalinas. Qué tarde tan bonita. Deciros que es un lago de origen glaciar y que está a unos mil metros sobre el nivel del mar. En el lago desemboca el río Tera y es un parque natural. Tiene varias playas, no muy grandes y se pueden alquilar embarcaciones. En la foto siguiente se vislumbran las playas que ese día estaban muy animadas.
Hay también la posibilidad de hacer senderismo en un paraje que, desde luego, es realmente bello. No vimos todo lo que había pero fue suficiente, teniendo en cuenta la comida previa.
De vuelta paramos a ver la Capilla Sixtina sanabresa. Es curioso esto de las capillas sixtinas. En Otero de Sanabria podemos ver la Iglesia de Santo Tomás apóstol. El techo es una maravilla del siglo XVIII. A mí me entusiasmó el retablo renacentista con imágenes de la vida de Jesús. Me pareció precioso y original en sus detalles. La iglesia tiene mezcla de estilos pues es un templo románico, levantado sobre uno visigótico que ha ido cambiando a lo largo de los siglos.
Para terminar el día, ya cerca de Zamora, paramos en el Monasterio de Santa María de Moreruela. Actualmente en ruinas.
Perteneció a la Orden Cisterciense. Tuvo su momento de esplendor en el siglo XIII y en el XIX sufrió una desamortización que lo llevó al estado en que se encuentra. Es de esa preciosa piedra que encontramos en Zamora, con todos cálidos y rojizos. El estado es lamentable. Inexplicable que se pueda perder tanta belleza. Fue declarado monumento histórico-artístico en 1931.
En esta última foto podéis ver el aspecto de la cabecera. Románico del siglo XII. Tuvo que ser una iglesia magnífica. Vale la pena parar un ratito para ver el conjunto.
Pues este es el resumen de mi visita a las tierras sanabresas. Una sorpresa grata pues no podía imaginar que me esperara tanta grandeza. Quedan cosas por contar... Voy poco a poco porque esto del ordenador me va dando cada día más pereza. El otoño ha llegado, los días se acortan y ello siempre me causa cierta melancolía... ¡Qué le vamos a hacer! es el ciclo de la vida y hay que asumirlo. Espero que os gusten estas entradas viajeras. Viajar es un poco como leer, se aprende mucho.
Yo estoy agradecida por haber podido disfrutar tanto, aunque no soy demasiado viajera de manera de ser, después traigo recuerdos entrañables y ya estoy pensando en volver a Zamora en primavera. A ver si os subo alguna receta porque estoy cocinando un poco lo de siempre. Gracias por leerme. Bicos.
Bonita excursión y buen anfitrión. Me alegro que la disfrutaseis juntos. Tienes que volver
ResponderEliminarSí, ya estamos organizando para primavera. Un beso.
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