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viernes, 31 de octubre de 2014

El Camino Francés I




 PRIMERA ETAPA: EL CEBREIRO-TRIACASTELA


      Hace unos días, como sabéis, comenzamos a hacer el Camino Francés. Fue una experiencia tan bonita hacer el Camino Inglés el otoño pasado, que decidimos continuar caminando. Esta vez nos hemos puesto a caminar en una nueva estación: el veroño. Es una estación, como sabéis, calurosa y soleada. Podemos tomar castañas y recoger setas pero debemos tener en cuenta que el calor nos va a acompañar durante todo el día. A la hora de hacer el Camino hay que recordarlo porque con calor se sufre mucho más. 

     Una vez hecha esta introducción meteorológica, sigo con el tema: Partimos del Cebreiro a media mañana (está casi a dos horas en coche de Ferrol, así que nos tuvimos que dar un buen madrugón). Salimos con viento y algo de humedad. Ningún problema: Nos fuimos "con viento fresco" que siempre ayuda a hacer ejercicio. 



     Os imaginaréis que casi todo la marcha es cuesta abajo. Lógico. Hay una o dos cuestas arriba. Una muy dura pero corta, extenuante. No obstante, casi todo es hacia abajo. Para eso salimos de lo alto. Nunca había caminado así entre montes. Me acordaba de Heidi, Pedro, Niebla... Cuando era muy joven visité Jaca con mi familia. Es impresionante, claro. Pero fue un viaje en coche. Esto de salir a pie de un pueblo en las montañas y bajar veinte kilometros hasta otro... Nunca lo había hecho. Es una gran experiencia. No creáis que no es duro bajar. Para las rodillas es agotador, hay que fijarse mucho donde se pisa y es fácil resbalar. El firme es matador. Supongo que por la erosión. El suelo está hecho de piedras sueltas de todos los tamaños. ¿Os acordáis de aquello del cole... erosión-transporte-sedimentación? Pues aquí está todo a medio camino. Piedras, piedras y piedras. 



     Pasamos por diferentes lugares, capillas preciosas de losa de pizarra y, sobre todo: VACAS. Vas caminando y te encuentras de pronto con veinte vacas que se dirigen hacia ti. Da un poco de miedo, la verdad. Yo digo, lo mejor es estarse quietecito. Que no se pongan nerviosas. También hay perros sueltos. Algunos dan un poco de respeto. Sobre todo, si llevas a tu perro, es peligroso porque son territoriales. Creo que es una queja frecuente de los peregrinos.



    ¿Qué más deciros? Es un camino así: Bajar y bajar, ver pequeñas iglesias, preciosas montañas, mucha vaca... Y seguir caminando porque no queda otro remedio que llegar. Estás en plena naturaleza y no hay vuelta atrás. 



     Llegamos a Triacastela cansados pero felices. Hay allí un castaño centenario impresionante. Es un pueblo bonito (mejorable) entre montañas. La iglesia, bajo la advocación de Santiago -esto me hace mucha ilusión- es sencilla y preciosa al sol del atardecer. Acudimos a la Misa vespertina donde el párroco nos recibe con mucho cariño. Esta vez dormimos de camino (¿o de Camino?). Cenamos en el pueblo y hacemos noche en una preciosa Casa Rural. 



     Es una experiencia inolvidable que, si buenamente podéis, os aconsejo a todos. Hay muchos peregrinos de diferentes nacionalidades ("No me llames extranjero porque haya nacido lejos...") y es agradable y divertido saludarlos y chapurrear un poco de inglés o francés. Al día siguiente salimos para Sarria pero esto... os lo contaré otro día.

     Os he puesto algunas de las fotos que hice para que os hagáis una idea de lo bonito que es el paisaje. Sí, ya sé que hay cables de luz pero... ahí están. A mí también me sorprendió.

                                     Y hoy no hay receta.





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