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viernes, 26 de abril de 2019

Croquetas negras con gambitas


   Aquí me tenéis de nuevo. Os digo que me está costando decidirme a sentarme a escribir. Subir las fotos, encender el ordenador,... Dejas los hábitos y te cuesta trabajo encontrar el momento. Es verdad que este ordenador es lentiño pero, realmente, es un poco cuestión de decidirse. Hace unos días hice unos chocos de la ría en su tinta que estaban deliciosos. No es por que los hiciera yo. Los chocos, bonitos no son pero son sabrosos de carays. Además, la salsa hecha con la tinta de los mismos, no tiene nada que ver con la que nos venden en las bolsitas de congelados. Esta era negra negrísima y quedó una salsa buenísima. Todo lo digo yo pero es así. Creedme. Lo de los chocos os lo cuento la semana que viene pero hoy tocan las croquetas. Ya sabéis lo croquetera de soy... No podía más de estar sin ellas. 

   Sobró un cuenquito de salsa, media taza, y yo dije: 

   -Voy a hacer un arroz negro con unas gambitas el viernes.- Se acabó la Cuaresma pero la idea queda en el subconsciente. 

   Pedro me dijo: 

   -Nunca has hecho croquetas negras con gambas, ¿por qué no las haces?

   Os voy a decir la verdad. Tardo más en hacer las croquetas que un arrocito pero la tentación fue mucha y me puse por la mañana con las croquetas. Hice un mix de ambas recetas o eso creo. Lo primero, doré un puñadito de gambas. No eran muchas ni extraordinarias, las corté en varios trocitos y a dorar en unas cucharadas de aceite. Fuego suave, unos minutos.


   No me voy a dilatar en contaros la béchamel con excesivo detalle porque ya es cansino. Añadí a las gambas 50 gramos de harina y la dejé dorar un poquito. Después, fuera del fuego, incorporé medio litro de leche, removí hasta disolver bien la harina dorada y volví con todo al fuego. Lo que es una béchamel de gambas. Más nada...



   Entonces puse el cuenco de salsa de los chocos. No había ni un pobre trozo de choco porque los hice enteros y cada cual había dado buena cuenta del suyo. Sólo quedaban el sabor y el color "prieto azabache". Mirad si quedó negra la béchamel...Esta vez no era gris naval ni hormigón armado. Era negra como la noche. Esta béchamel tiene que hervir a fuego suave unos 20 minutos sin dejar de remover para que no sepa a harina cruda. Se puede añadir un pelín de leche si es necesario. Yo uso el ojímetro que es una medida que me va muy bien. También hay que probar una puntita de béchamel y poner sal al gusto. En este caso era una salsa sabrosona pero puse una pizca de sal. Me gusta añadir los últimos minutos un ajito muy picado para que sepa y se note. Se cuece sólo ligeramente y sabe a ajo. Que preferís que no sepa tanto, lo añadís antes a la béchamel para que cueza un poco más. Una vez listo todo esto, dejamos enfriar en una fuente pequeña. 



   Después viene el "liado" de las croquetas. Era una frase de Carmen que tengo en la cabeza:

   -Aniña, ¿me ayudas a liar las croquetas?

   Cualquiera decía que no porque, entre otras cosas, Carmen era la persona más buena que te podías encontrar en el planeta, en la Galaxia, enel Universo. Ayudándola así, tontamente, fue como aprendí casi todo lo que sé de cocina. 


   Sólo queda freír las croquetas. Me están quedando tan tiernas últimamente, y no es por presumir, que a veces me desespera y  las empano con cierta dificultad. Por eso, una vez empanadas las meto en la nevera para que se endurezcan un poquito antes de freírlas de cuatro en cuatro en aceite bien caliente para que no les dé tiempo a abrirse. Ellas lo intentan. 

   Y ya veis cómo quedaron, muy negritas, muy tiernas y la mar de ricas porque son marineras. En casa son plato combinado con huevos fritos, patatas y una ensalada. Yo sólo he tomado un huevo que me va llegando. Creo que de esto no tengo más que decir... 

   Bueno sí, que para mí las croquetas son un motivo de alegría y por eso las hago encantada porque, aunque dan trabajito, me gustan con locura. Os deseo a todos un muy feliz fin de semana.

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