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jueves, 1 de agosto de 2019

Alitas al horno


   Hay por el blog una receta similar a esta que tiene más de dos mil visitas y, seguramente, una foto más atractiva. Os digo que me da la sensación de que este verano no estoy cocinando casi nada y, cuando lo hago, me complico muy poco. Me repito y busco, a ser posible, no hacer recetas demasiado calóricas. Estas alitas podrían hacerse en una barbacoa perfectamente, quedan incluso más ricas, pero habitualmente las hago al horno porque es más sencillo. No hago hoguera... ni tampoco las frío... 

   Adobarlas antes es importante, incluso dejarlas unas horas para que cojan sabor. Una forma de preparar el adobo es mezclar todos los ingredientes en un cuenco:
Pimentón dulce o picante
Tomillo
Romero
Orégano
Pimienta negra
Una hoja de laurel
Ajo y perejil
Un chorro de aceite y unas gotas de limón

   Lo bueno es que al remover bien todo, queda mejor repartido. A continuación vamos mojando las alitas con una cuchara o un pincel y dejamos a su aire. Antes de meter al horno espolvoreamos con sal, que puede ser en escamas o la que utilicemos habitualmente. 

   ¿Cuánto tiempo de horno? Yo las pongo alrededor de una hora a 180º y, si me parece que están poco doradas, al final subo un poco la temperatura, aunque hay hornos mucho más listos que el mío.

   No os he puesto la cantidad de ingredientes del adobo. Una cucharilla de cada está bien, sale bastante cantidad. También, si preferís, juntáis todo lo sólido y espolvoreamos con la mezcla el pollo que hemos mojado con un hilo de aceite. Esto es según salgan las cosas, "a según", que decía Carmen. Podemos adobar así unas costillas de cerdo y quedarán muy ricas también. Los acompañamientos pueden variar desde un par de ensaladas distintas, a elegir; una fuente de patatas fritas o una tartera de patatitas cocidas que, sin duda, nos dará menos trabajo. Son cosas ricas que no fallan. Y, como os dije, si lo hacéis sobre brasas de leña, todavía mejor. Con todo, al horno quedan muy ricas. 


   Creo que de las alitas no queda nada que comentar, salvo que la foto no quedó excesivamente bien, como ya dije. Otra de las aficiones que tengo en verano, aparte de cocinar y comer, leer,... es ver la puesta de sol. Siempre que puedo me siento a verla y es de las cosas que más me relaja. Observar la evolución de los tonos, cómo las nubes van cambiando de color, pasando de los dorados  y plomizos hasta los rosas más cursilones que uno pueda imaginar. Sin duda, pintar estos tonos sería comprometido. Muchas veces, cuando está verdaderamente bonita, hago algunas fotos con el móvil. La vida se parece ahora al show de Truman y queremos inmortalizar casi todo. Eso sí, la vida no se detiene. 


   También hemos dado algún paseo por la playa al atardecer. Es una hora que me encanta porque no tienes que compartirla con casi nadie y está preciosa. 



   Y he hecho alguna tartita. Esta, de manzana con crema pastelera y masa quebrada, todo casero, anda por el blog. Es laboriosa pero queda realmente rica. Da pereza hacerla pero una vez preparada piensas que ha valido la pena. Es de las cosas que no son ligeras, está claro. 



   Algunas veces también veo amanecer en Ferrol.  Antes solía ser más noctámbula pero todo se pierde. Es lo que tienen los años. Os digo que va pasando el verano a toda velocidad -ya ha llegado agosto- y me asombra lo poco que dura todo. Os dejo de nuevo por unos días. No sé muy bien cuándo volveré a escribir pues la vida veraniega es desordenada y loca. Os deseo que paséis un agosto estupendo y que seáis felices en la medida de lo posible. Bicos. 



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